Saga de la Fundación
Tal y como dice la primera entrada de la Saga de la Fundación, esta es un conjunto de, al menos, quince libros que se agrupan en tres ciclos: Ciclo de la Tierra (o de Robots), Ciclo del Imperio Galáctico y Ciclo de Trántor (o de la Fundación). Este último ciclo cuenta con siete novelas:
- Preludio a la Fundación
- Hacia la Fundación
- Fundación (primera novela de la Trilogía de la Fundación)
- Fundación e Imperio (segunda novela de la Trilogía de la Fundación)
- Segunda Fundación (tercera novela de la Trilogía de la Fundación)
- Los Límites de la Fundación
- Fundación y Tierra
Fuente: El Chiringuito Culipardo
La última entrada de este Ciclo fue sobre Los Límites de la Fundación. Esta novela me decepcionó un poco al ver la forma en que Asimov había introducido la idea de la Tierra en la historia, y menciono idea porque la Tierra fue eso, solo una idea, pero algo me decía que al aterrizar esa idea en la siguiente novela, Fundación y Tierra, no cumpliría mis expectativas. Así fue. Aunque eso no quiere decir que haya sido una mala novela. No lo fue.
Para ubicarse un poco en la historia, en Los Límites de la Fundación, el concejal de la primera Fundación, Golan Trevize, asegura que la Segunda Fundación nunca fue destruida —como les hicieron creer al final de la Trilogía de la Fundación—, y que ellos, como primeros fundadores, continúan siendo tan solo marionetas de los segundos fundadores. Él, junto al doctor Janov Pelorat, se embarcan en la búsqueda de la Segunda Fundación, aunque su búsqueda se oculta tras la misión oficial de encontrar la Tierra, el planeta origen de la raza humana. La historia es larga, pero puntualmente, Trevize y Pelorat descubren una tercera fuerza que ha estado velando por la armonía de la galaxia: Gaia. Gaia es un planeta/organismo del que se tienen dos sospechas importantes: la primera, que es la Tierra. No lo es. La segunda sospecha, que es el origen del Mulo —uno de los mejores personajes de toda la saga—. Sí lo es.
Por otra parte, la dos Fundaciones se enfrentan por última vez por el control del Plan Seldon. En esta batalla me hubiese gustado ver todo el poder bélico de la Fundación enfrentarse al poder mentálico de la Segunda Fundación. Si eso hubiese sucedido, dicho sea de paso, creo que la primera Fundación hubiese podido imponerse ante la Segunda, porque empezaban a desarrollar el control del poder mentálico, aunque fuese de manera artificial, y no natural como sus oponentes. Pero Gaia interviene. Acá me empezó a incomodar un poco el tema de esta tercera fuerza, tanto por ser fan de la primera Fundación, como adicto a los enfrentamientos. Gaia veló en secreto, desde un principio, que el Plan Seldon se mantuviera y se cumpliera; sin embargo, el rumbo que cada Fundación había tomado ponía en peligro el resultado del Plan. Para Gaia, un Segundo Imperio Galáctico desarrollado a la manera de Términus (primera Fundación), sería un Imperio militar, establecido por la fuerza, mantenido por la fuerza y con el tiempo, destruido por la fuerza. Mientras que un Segundo Imperio Galáctico, desarrollado a la manera de Trántor (Segunda Fundación) sería un imperio paternalista, establecido por el cálculo, mantenido por el cálculo, y en perpetua muerte en vida por el cálculo. O sea, con Gaia nunca se está bien, pensé.
¿Qué pasa con Trevize? Bueno, de alguna manera Gaia lo elige para que él decida el futuro de toda la galaxia, ni más ni menos. El poder de Gaia es tan fuerte que puede encausar toda la galaxia hacia su futuro, pero desea que Trevize decida por ellos porque no pueden imponer ese poder a los demás —¿dónde más habré escuchado eso?—; la libertad de decisión y de voluntad de la humanidad representada en una sola persona: Trevize. Una vez decidido el futuro de la galaxia, Gaia aportaría toda su fuerza y conocimiento para hacerlo realidad. Trevize tiene tres opciones —planteadas por Gaia—: que la primera Fundación domine la galaxia y que lleve a cabo su visión para el Segundo Imperio Galáctico; o que la Segunda Fundación domine la galaxia, incluso sobre la primera Fundación, y que también lleve a cabo su visión; y una última alternativa: Galaxia, esto es, en palabras de Gaia, una galaxia viviente que pueda hacerse favorable a toda clase de vida. Un sistema de vida fundamentalmente distinto de todos los que han operado hasta ahora y sin repetir ninguno de los viejos errores. Si Trevize elegía Galaxia, las dos Fundaciones se retirarían pensando que cada una había vencido por fin a la otra y sin recordar nada de lo sucedido gracias al poder mental de Gaia. Trevize eligió Galaxia.
Fundación y Tierra
Tenía sentimientos encontrados al iniciar a leer este libro. Por un lado, me preguntaba por qué se llamaba Fundación y Tierra si se suponía que al final del libro anterior Trevize había hecho desaparecer del mapa a las dos Fundaciones al elegir a Galaxia —desaparecer en el sentido de que ya no sería ninguna de ellas las encargadas de velar por el destino de la galaxia—. Eso me hizo pensar que, quizá, algo haría tambalear el futuro de Galaxia, algo proveniente de una de las Fundaciones, o tal vez de la Tierra. Eso alimentó una vez más mi deseo de conflicto y drama. Aunque había algo por lo que se podría mantener Fundación en su título: Trevize y Pelorat eran de la Fundación, de alguna u otra forma había una pequeña parte de Términus en todo esto, y eso me dio una posible explicación pero no una completa satisfacción. Pero también quedaba la parte de Tierra. Quedaba claro que Gaia no era la Tierra, la búsqueda no había terminado, entonces... ¿se cumpliría mi deseo de ver a terrícolas en acción —contra la Fundación o contra Gaia, específicamente—? El libro me dio la respuesta.
Algo que me quedó debiendo la Trilogía de la Fundación fue compartir más tiempo con los personajes. En Fundación es donde más falta me hicieron los vínculos con los personajes, ya que para mi gusto tuvo más peso la acción —muy buena, eso sí—. En Fundación e Imperio y Segunda Fundación, si bien los períodos de tiempo son más cortos y eso ayuda a que los personajes se desarrollen mejor, solo intervienen en situaciones específicas para empujar el curso de la acción; pero ya estaban un poco más cerca del tipo de relación que me gusta mantener con los personajes —para poder amarlos y odiarlos con justa razón—. En estos últimos dos libros, Asimov me dio lo que había esperado para asegurarme de que me gustaba cómo construía y desarrollaba sus personajes: un personaje aparece de principio a fin en ambos libros; las primeras y últimas palabras pronunciadas en Los Límites de la Fundación habían sido de él, y ahora, justo en la primera línea de Fundación y Tierra, él habla nuevamente:
Punto para Asimov. Había subido mis ánimos para la lectura desde la primera frase y, a diferencia de lo que sucede en otros libros donde la primera frase atrapa por lo que dice, en este caso me atrapó por quién lo decía. Hasta ese momento, Trevize era el personaje principal que más había perdurado en las páginas de la saga, y lo seguiría siendo.
—¿Por qué lo hice? —preguntó Golan Trevize.
Punto para Asimov. Había subido mis ánimos para la lectura desde la primera frase y, a diferencia de lo que sucede en otros libros donde la primera frase atrapa por lo que dice, en este caso me atrapó por quién lo decía. Hasta ese momento, Trevize era el personaje principal que más había perdurado en las páginas de la saga, y lo seguiría siendo.
Volviendo a la historia, luego de haber decidido que Galaxia dominase sobre la visión de las dos Fundaciones, Trevize se encontraba inseguro de haber elegido bien. Estaba casi seguro de que, comparado al futuro que las dos Fundaciones ofrecían, Galaxia, la alternativa de Gaia, era la mejor opción. Sentía que había tomado la decisión correcta, pero quería saberlo, no solo sentirlo. Esta duda le quitaba la tranquilidad y no descansaría hasta despejarla. Desde Los Límites de la Fundación, otra duda se había instalado en su mente —implantada ahí por Pelorat en su momento—: ¿existía un planeta donde la humanidad se había originado? Y ahora, estas dos dudas se enlazaban en su mente de tal forma que, según él, al resolver una estaría aclarando la otra. Si la Tierra existía, solo debía hacer algo más:
—Debo encontrar la Tierra.—¿Porque tiene algo que ver con tu apasionada necesidad de saber?—Porque hay otro problema que me inquieta de un modo insoportable y siento que hay una relación entre los dos. ¿No soy una caja negra? Siento que hay una relación. ¿No basta esto para ser aceptado como un hecho?—Tal vez.
Toda la novela se trata de la búsqueda de la Tierra hecha por Pelorat, Trevize y Bliss. La novela se divide en siete partes; la primera es Gaia, donde inicia la búsqueda y deciden cuál será el próximo destino en la ruta hacia la Tierra con las pocas pistas que tienen hasta el momento. Las siguientes seis partes son justamente los nombres de los planetas que visitan con la esperanza de encontrar más pistas sobre la Tierra, o esperando que ese planeta sea precisamente el que buscan. Estos planetas son: Comporellon, Aurora, Solaria, Melpomenia, Alfa y La Tierra. En cada planeta, Asimov va revelando parte del pasado de la humanidad —es decir nuestro futuro—, con lo que se va armando un rompecabezas muy interesante lleno de posibilidades sobre cuál podría haber sido el destino de la humanidad si se hubiese descartado o no alguna decisión, abortado o no cierta misión, etc. A diferencia de la descripción de los planetas que se leen en la Trilogía de la Fundación y en Los Límites de la Fundación, los descritos en Fundación y Tierra son muy diferentes, ya que se trata de los primeros planetas poblados por los seres humanos. Y no solo los planetas son diferentes; la vida —en el sentido más amplio de la palabra—, también es completamente diferente. El cambio de ambientes, de tecnologías, del tipo de encuentros con lo que habita en cada lugar al que llegan y las condiciones en las que deben abandonar cada planeta es algo fascinante de este libro; vuelve a la emoción de la Trilogía de la Fundación, al tener una acción atrapante, cambiante y muy dinámica; pero los personajes permanecen constantes, dándonos un ancla a la acción. Trevize nunca nos abandona.
Los detalles que el libro aporta sobre el pasado; cómo y por qué las personas llegaron a poblar otros planetas, los problemas que tuvieron al hacerlo, qué estrategias utilizaron y cómo se olvidaron de su planeta de origen; así como las expectativas para el futuro de la humanidad, es algo maravilloso de este libro, porque tiene la habilidad de enlazar elementos del pasado y el futuro para darle más peso y sentido al presente. Es una buena forma de decirle al lector que no solo la Trilogía de la Fundación es una obra maestra, sino que así como las secuelas han sido excelentes, también las precuelas lo serán. Es una invitación a leer Preludio a la Fundación y Hacia La Fundación que, si bien corresponden cronológicamente a momentos previos al mismo Hari Seldon en el universo de la Fundación, Asimov los escribió después de Fundación y Tierra (la segunda de ellas incluso fue publicada cuando Asimov ya había muerto).
Quizá está de más decir que Golan Trevize es el personaje que más amé, desde sus inicios en Los Límites de la Fundación cuando supo defender sus ideas frente a la alcaldesa Harla Branno —uno de las mejores y más fuertes personajes femeninos que ha tenido la saga, por cierto—, hasta su implacable voluntad y orgullo mostrados en la búsqueda de la Tierra. Además, sus conquistas amorosas durante la novela le dan un toque diferente a la novela, un elemento que había estado prácticamente ausente en la saga. Creo que el único personaje que odié fue a Bander, alguien que conocen en uno de los planetas que visitan. Aunque es al que más odié por su personalidad y ambiciones, me gustaron las posibilidades que su especie significaría para la humanidad si es que algún día llegáramos a evolucionar de esa forma.
Las mejores frases de este libro, a mi parecer, son:
No todo el mundo está obligado a quererme porque tú me ames, Pel. Deja que me explique. Trev..., está bien, Trevize..., piensa que soy un robot.
Ahora el «Plan» estaba amenazado por algo más grave que el Mulo. Iba a ser desviado de una renovación del Imperio hacia algo completamente distinto de todo lo registrado en la Historia: Galaxia. Y él había convenido en esto.
Sí, me has prometido que volverás y he tratado de convencerme que lo harás. Incluso me he dicho que saldría a recibirte en el espacio, para que el maleficio caiga sólo sobre mí y no sobre mi mundo. Pero no volverás.
No digas que Gaia nos protegerá —la interrumpió Trevize—. Si la Tierra fue capaz de conseguir borrar los antiguos recuerdos de Gaia, está claro que también conseguiría vencer en un conflicto entre ambas.
Pero resulta indiscutible el hecho de que ese planeta no sólo es habitable, sino que está habitado.
Aunque nunca había visto robots, no dudó un instante de que lo eran.
No me designes con ninguna palabra que tenga un sentido de género. Yo no soy varón ni hembra. Soy un todo.
Levantó la mano y la oscuridad descendió al instante sobre Trevize. Por un momento, Trevize sintió que la oscuridad le ahogaba, y pensó furiosamente: ¿Es esto la muerte?
—¿Por qué estás llorando?
—¿Cómo no voy a hacerlo después de haber matado a un ser vivo e inteligente? Ésa no era mi intención.
Un abrumador sentimiento de vergüenza lo invadió, algo que pareció aplastarle hasta el punto de dejarle casi sin respiración. Miró las estrellas, remotas, indiferentes, y pensó: «Debo ser el loco más grande de la galaxia.»
¿Qué puedo hacer ahora? Acaso ir de un mundo a otro, echarle un vistazo y decir: «Discúlpenme, ¿dónde está la Tierra?» La Tierra ha borrado su pista demasiado bien. No ha dejado huellas en parte alguna. Empiezo a creer que lo ha dispuesto de manera que seamos incapaces de seguir una pista aunque ésta exista.
En este enlace pueden descargar el libro en PDF y lo pueden leer en línea. También pueden escribir a abiel.arias@gmail.com y les comparto la saga completa de 15 libros. ¡Felices lecturas!