viernes, 25 de agosto de 2017

Frases de "El Infierno" de Guillermo Rodríguez

El Infierno es una colección de veinte cuentos del escritor argentino Guillermo Rodríguez. Los cuentos de Rodríguez son, como él mismo lo dice, violentos y con muertes brutales, que están llenos de matarifes, curanderas, rufianes y otras yerbas semejantes. Podemos encontrar descripciones magistrales de asesinatos y situaciones que se dan en el campo, en prostíbulos y lugares con ambientes similares; con pobreza, con instinto de sobrevivencia, con odio, con sed de vanganza.

Este libro me gustó mucho porque utiliza un lenguaje muy sencillo, pero bien colocado, y existe una gran unidad entre los cuentos, podría decirse que muchos personajes de algunos cuentos son incluso conocidos, vecinos, familiares, amigos o enemigos de los de otros cuentos. Las siguientes frases —y algunos fragmentos— corresponden a diferentes cuentos de este libro (pueden encontrar más cuentos de él en una colección que publicó la Editorial Plus Ultra de Argentina, Cuarenta Cuentos Breves Argentinos). No he podido recuperar frases de todos los cuentos porque este libro lo leí hace ya varios años, pero espero que con las frases que están en esta publicación puedan animarse a leer al menos alguno de los veinte cuentos del libro.

En casa solían preguntarle por ella a Celedonio, y él respondía con una exclamación ambigua: un “¡bah!” que lo mismo podía significar “ahí está la pobrecita, siempre igual”, “no me pregunten por esa idiota” o “¡ya ven mi desgracia, una esposa ciega!”. 
-> Cuento “Querido papá”

Apoyó en el rostro de ella la mano derecha, llena de grasa de carro, y refregando la grasa por sus ojos, por su nariz, por su boca, y haciendo al mismo tiempo una enorme presión, la fue apretando contra la pared mientras una sonrisa cínica, terrible, le oscurecía la cara, en la que solo se veían los dientes manchados y los ojos reventados de odio, hasta que del cuerpo de la diabética —de todo su cuerpo— salió un quejido y, simplemente, se desmoronó. 
-> Cuento “Querido papá”

Sí, ya sé; falta lo del horror, lo de cómo logré que Celedonio llegara a ahorcarse. Fue sencillo… 
-> Cuento “Querido papá” 

Lloró con lágrimas de hombre, de niño, de mujer, lloró con todas las lágrimas. 
-> Cuento “Los que volvieron” 

… muchas lágrimas que también le mojaron la cara, el pelo, los hombros, cuando se abrazó al hijo que se iba, al hijo que ya sabía que no volvería a ver jamás, pero que tenía que irse, porque sobraban hijos y faltaba comida… 
-> Cuento “Los que volvieron”

Muchachas dispuestas a enfermarse de cosas de mujeres para que las revise el Dr. Galloso que, lógicamente, también es ginecólogo, a ver si así le despiertan las ansias para el único casamiento que pueda elevarlas —en el pueblo— a la envidia general y, luego, a la aspirada condición de madres de doctores. 
-> Cuento “El cambio”

Porque al fin de cuentas don Higinio había muerto viejo, a esa edad en que la muerte ya no es un desastre. 
-> Cuento “El cambio”

Con el Dr. Galloso la cosa era distinta. Tenía un respeto más: ser médico, pero un grandioso respeto menos: no ser Dionisio. 
-> Cuento “El cambio”

El Dr. Galloso estaba aprobado porque era médico, es decir apenitas un punto menos que Dios. 
-> Cuento “El cambio”

Todo quedó en suicidio aunque hasta los sapos sabían, en el pueblo, por donde andaban los tantos. 
-> Cuento “El cambio”

Después pensó que no, que más valía un segundo de grandeza que toda una vida de mediocridades. 
-> Cuento “El círculo”

Dentro de poco no quedará nada. Ni siquiera su memoria en la memoria de quien lo amó. 
-> Cuento “El círculo"

No escribo por necesidad del alma ni por delectación estética, sino simplemente para dejar testimonio.
-> Cuento “El círculo”

Y el suspiro; eso era lo que más me molestaba, porque el suspiro siempre me ha parecido cosa de mujeres, de flojedad. 
-> Cuento “Yo hablo”

Bastaba con haber leído un solo libro, visto un solo paisaje y amado una sola vez para ser el dueño de toda la sabiduría, de todos los paisajes y de toda la felicidad. 
-> Cuento “El diablo”

… y a pesar de ello sin alergias (¡Dios mío!), sin sinusitis, sin jaquecas y hasta sin Dios (¡Dios mío!), en una aldea en la que vivir sin Dios era arrojarse a las llamas del infierno… 
-> Cuento “El diablo”

El club era el único lujo de él; la novela de las cinco, el único de la mujer. 
-> Cuento “Don Juan García y la ínfima luz”

Yo, Telésforo Gómez, tenido por forastero en Barrio Belgrano, pero que nací en la Cuarta en una época en que nacer no era difícil, aunque sí era difícil vivir. 
-> Cuento “Telésforo Gómez esperando” 

Espero que les haya gustado esta primera entrada. ¡Felices lecturas!