viernes, 28 de junio de 2019

Frases de "Los siete locos" de Roberto Arlt

Fuente: La Bocina


Roberto Godofredo Christophersen Arlt, hijo de dos inmigrantes europeos, nació en abril de 1900 en el Barrio de Flores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Su madre era aficionada a la astrología y a las ciencias ocultas, algo que Roberto toma como parte de sus lecturas iniciales y además como elementos de sus escritos. La relación con su padre era muy mala, al punto que este lo expulsó de su casa cuando el escritor tenía diecisiete años y tuvo que sobrevivir desempeñando diversos oficios como pintor de brocha gorda, ayudante en una librería, aprendiz de hojalatero, peón en una fábrica de ladrillos, etc. A los veintiséis años se publicó su primera novela El juguete rabioso (novela que originalmente se llamaba La vida puerca, pero por influencia de Ricardo Güiraldes, de quien era secretario, le cambió el nombre), y durante los años siguientes trabajó en los diarios Crítica y El Mundo, donde publicó crónicas y artículos literarios. Trabajando para Crítica es como conoce a muchos delincuentes y proxenetas, como por ejemplo a Noe Trauman, proxeneta de Buenos Aires y que presidió la Zwi Migdal, una red de trata de blancas. Fue en Trauman en el que se basó para crear El Rufián Meláncólico, uno de los personajes de Los siete locos y Los lanzallamas.




Los siete locos es publicada por primera vez en 1929, cuando ya Arlt se encuentra muy enfermo y, separado de su primer esposa, vive de forma temporal en diferentes hoteles pobres. El 26 de julio de 1942, Roberto Arlt muere de un ataque cardíaco. Su segunda esposa, Elizabeth Mary Shine con la cual se había casado dos años antes, estaba embaraza y le faltaban solamente tres meses para dar a luz cuando él murió. Sus cenizas fueron arrojados al delta del Paraná por Elizabeth, como había sido la voluntad de Arlt.


Fuente: Kobo


Los siete locos vino a mis manos por casualidad cuando estaba curioseando en una librería la sección de descuento. El título del libro me generó curiosidad, Los siete locos parecía un libro interesante; no conocía al autor, así que decidí hojearlo; y me dejó con más preguntas. Debía comprarlo. La primera vez que me propuse leerlo, me tomó mucho tiempo, pero lo terminé casi obligado por mi curiosidad. Este año lo retomé y realmente lo disfruté mucho más que la primera vez. Fue ahí cuando decidí realizar esta entrada y la próxima (sobre Los lanzallamas).




Al abrir la puerta de la gerencia, encristalada de vidrios japoneses, Erdosain quiso retroceder, comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde. Es así como inicia la novela. Remo Augusto Erdosain, personaje principal, se encontraba desesperado por ganar más dinero, sabiendo que su jefe no le daría un aumento, decidió empezar a robar en la empresa. Erdosain es descubierto. El director, el contador y el subgerente lo esperan para confrontarlo por la cantidad robaba. Seiscientos pesos con siete centavos. Sin encontrar otra salida para poder pagar la deuda, se acerca al Astrólogo para pedirle el dinero que necesita. El Astrólogo piensa organizar una sociedad secreta para establecer un nuevo orden social en Argentina (y en un futuro en el mundo). Atraído por el dinero y la oportunidad de involucrarse en algo que le dé un verdadero sentido a su vida, Erdosain se une a la sociedad. Ahora se dedicará a colaborar con el Astrólogo como inventor de nuevas armas y proveer a la sociedad de industrias que le generen más ingresos y formas de dominar a las masas.


Elenco de la teleserie argentina Los Siete Locos y Los Lanzallamas, transmitida en 2015 por TV Pública.
Fuente: Gira BsAs


A través de la novela, Arlt muestra cómo Erdosain está desencantado de la sociedad, de las personas e incluso de él mismo. Se complace en ser humillado y en provocarse dolor, aunque al mismo tiempo cree que merece más por sus inventos, sus estudios de gases y su Rosa de Cobre. Remo encuentra en la sociedad otros personajes, como El Rufián Melancólico, encargado de establecer y administrar prostíbulos para financiar la organización; El Mayor, un militar que infiltrará a la sociedad en el ejército; el Buscador de Oro, el Hombre que vio a la Partera y otros. En ambos libros me quedé con la sensación de que quería saber más de estos personajes, pero creo que la intención también era mostrar extractos de otras historias que giran alrededor de la sociedad y de la vida del mismo Erdosain, y esa incertidumbre acerca de estos personajes le da un toque especial a los libros.


Diego Velázquez, actor que le dio vida a Erdosain en la teleserie de los libros.
Fuente: Página 12


Se ha querido relacionar la Revolución del 6 de septiembre de 1930 (derrocamiento del radical Hipólito Yrigoyen) con los hechos que se narran en Los siete locos, pero por la fecha de su publicación, no es posible decir que se trata de una descripción de esa Revolución. Sin embargo, sí presenta una atmósfera que envuelve lo que Argentina vivía en ese entonces. La participación de los militares en la sociedad del Astrólogo y el deseo de establecer una dictadura transitoria como parte del proceso del nuevo orden social en la novela se cumplió en parte en la realidad ese septiembre. Se trató de la exposición de los problemas que Argentina vivía en ese tiempo y que, inminentemente, desataría una revolución —ya fuera de las páginas— meses más tarde.




En la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes hay un Comentario a Los siete locos hecho por el mismo autor. Este comentario es imperdible, incluso la última frase donde, por razones personales, llegué a decepcionarme de lo que leí. Arlt explica sus personajes, el argumento de la novela, la dinámica que se puede esperar a lo largo de la historia y cómo, a pesar de la extensión de la novela, la acción presentada solo corresponde a tres días con sus noches. Esto es porque Arlt se enfoca, extensamente, en exponer las intenciones, motivaciones y consecuencias en el aspecto psicológico de los antecedentes, las acciones y los planes de los personajes, Erdosain principalmente. Para mí no ofrecen absolutamente ningún interés las acciones de un delincuente, si estas acciones no van acompañadas de una vida interior dislocada, intensa, angustiosa. Creo que todo principiante en el mal, si tiene un poco de inteligencia, debe pasar momentos atroces. // Hombres y mujeres, en el curso de la historia citada, viven el horror de su situación. De allí la extensión de la novela: trescientas cincuenta páginas. Sacando cien páginas de acción, el resto del libro no hace nada más que detallar lo que piensan estos anormales, lo que sienten, lo que sufren, lo que sueñan. Todos ellos saben perfectamente que la felicidad les está negada; pero, como bestias encadenadas, se revuelven contra esta fatalidad: quieren ser felices, y como el bien les ha cerrado las puertas, piensan monstruosidades que los llenan de remordimientos, de más necesidades de cometer delitos para ahogar el grito de sus conciencias malditas.

Uno puede llegar a obsesionarse con esta novela, sus frases son atrapantes  y su atmósfera envolvente. Advertencia: las frases que he coleccionado pueden contener algunos spoilers.

Quería decirles algo, no sabía cómo, pero algo que les diera a comprender a ellos toda la desdicha inmensa que pesaba sobre su vida; y permanecía así, de pie, triste, con el cubo negro de la caja de hierro ante los ojos, sintiendo que a medida que pasaban los minutos su espalda se arqueaba más, mientras que nerviosamente retorcía el ala de su sombrero negro, y la mirada se le hacía más huida y triste.

Porque a instantes su afán era de humillación, como el de los santos que besaban las llagas de los inmundos; no por compasión, sino para ser más indignos de la piedad de Dios, que se sentiría asqueado de verles buscar el cielo con pruebas tan repugnantes.

Se dejó arrastrar por los impulsos que retuercen al hombre que se siente por primera vez a las puertas de la cárcel, impulsos ciegos que conducen a un desdichado a jugarse la vida en un naipe o en una mujer. Quizá buscando en el naipe y en la hembra una consolación brutal y triste, quizá buscando en todo lo más vil y hundido cierta certidumbre de pureza que lo salvará definitivamente.

Y en las calurosas horas de la siesta, bajo el sol amarillo caminó por las aceras de mosaicos calientes en busca de los prostíbulos más inmundos.

¿A mí no me tienen también por loco porque he dicho que habría de instalar una tintorería para perros y metalizar los puños de las camisas?... Pero yo no creo que estés loco. No, no lo creo. Lo que hay en vos es un exceso de vida, de caridad y de amor al prójimo.

Tenes razón... el mundo está lleno de «turros», de infelices... pero ¿cómo remediar-lo? Esto es lo que a mí me preocupa. ¿De qué forma presentarle nuevamente las verdades sagradas a esa gente que no tiene fe?

Había entre ellos una situación indefinida, oscura. Una de esas situaciones que dos hombres que se desprecian toleran por razones independientes de sus voluntades.

Erdosain odiaba a Barsut, pero con un rencor gris, tramposo, compuesto de malos ensueños y peores posibilidades. Y lo que hacía más intenso este odio era la falta de motivos.

Y muchas veces imaginaba que Barsut lo recordaba a través de los días con el odio que se le toma a las personas a quienes se han hecho demasiadas confidencias. Pero no se podía dominar, porque apenas llegaba a la casa de Erdosain, volcaba en las orejas de éste cubos de desdichas, aunque sabía que Erdosain se regocijaba con ellas.

No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda.

No sé... esas cosas que uno no puede explicarse por qué las calla a las personas con quienes más confianza tiene.

No, señor. El militar no vale nada junto al industrial. Puede ser instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo.

Escúcheme bien. Si mañana me viniera a ver un médico y me dijera: la Vasca se muere dentro de una semana la saque o no del prostíbulo, yo a la Vasca, que me ha dado treinta mil pesos en cuatro años, la dejo que trabaje los seis días y que reviente el séptimo.

Créame, amigo, la mujer, sea o no honrada, es un animal que tiende al sacrificio. Ha sido construida así.

¿Sabe usted lo que es estar celoso de una mujer que se acuesta con todos? ¿Y sabe usted la emoción del primer almuerzo que paga ella con plata del «mishé»?

Claro, porque vos no crees en la miseria... la horrible miseria está en nosotros, es la miseria de adentro... del alma que nos cala los huesos como la sífilis.

Algún día algo monstruosamente estallará en mí y yo me convertiré en otro hombre. Entonces, si usted vive, iré a buscarle y le escupiré en la cara.

Lo aturdía la pena como un gran día de sol en el trópico. Se le caían los párpados. Hubiera querido dormir. El sentido de las palabras se hundía en su entendimiento con la lentitud de una piedra en un agua demasiado espesa.

Siempre te quise... ahora también te quiero... nunca, ¿por qué nunca hablaste como esta noche? Siento que te voy a querer toda la vida... que el otro a tu lado es la sombra de un hombre...

Mira... espérame. Si la vida es como siempre me dijiste, yo vuelvo, ¿sabes?, y entonces, si vos querés, nos matamos juntos... ¿Estás contento?

¿En qué parte de la tierra podía encontrarse un hombre que tuviera la piel erizada de más pliegues de amargura? Sentía que no era ya un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada latido de sus venas.

El mal del siglo, la irreligión, nos ha destrozado el entendimiento y entonces buscamos fuera de nosotros lo que está en el misterio de nuestra subconciencia.

Esa es la curiosidad que tengo. Saber si mi vida, mi forma de ver las cosas, mi sensibilidad, cambian con el espectáculo de su muerte. Además, que tengo ya necesidad de matar a alguien. Aunque sea para distraerme, ¿sabe?

Esto es triste como el desierto. Ahora ella duerme con él.

Erdosain tuvo súbitamente la sensación del silencio de la muerte, un silencio paralelo como un féretro a su cuerpo horizontal. Posiblemente en aquel instante, en él se destruyó todo el amor inconsciente que el hombre siente por una mujer, y luego le permitirá afrontar situaciones terribles, que serían insoportables de no haber sucedido previamente aquel fenómeno.

Tenía que matarlo, porque si no no hubiera vivido tranquilo. Matar a Barsut era una condición previa para existir, como lo es para otros el respirar aire puro. 

Comprendía que ahora iba en camino hacia un hundimiento del cual no se imaginaba de qué forma saldría maltrecha su vida, y esta incertidumbre así como su absoluta falta de entusiasmo por los proyectos del Astrólogo, le causaba la impresión de que estaba obrando en falso, creándose gratuitamente una situación absurda.

¿Cómo es posible que la gente no se haya dado cuenta de la extraordinaria belleza que hay en ese acto... en el de quemar vivo a un nombre? Y por no creer en Dios, ¿se da cuenta usted?, por no creer en Dios.

Yo también me creo genio... Claro que lo creo... pero cinco minutos y una sola vez al día.

Aquel que encuentre la mentira que necesita la multitud será el Rey del Mundo. Todos los hombres viven angustiados... El catolicismo no satisface a nadie, el budismo no se presta para nuestro temperamento estragado por el deseo de gozar. Quizá hablemos de Lucifer y de la Estrella de la Tarde.

Sabe que no es muy agradable morir con el verano en puerta...

Las ciudades son los cánceres del mundo. Aniquilan al hombre, lo moldean cobarde, astuto, envidioso, y es la envidia la que afirma sus derechos sociales, la envidia y la cobardía.

A media que iba pasando frente a colchonerías y almacenes y tiendas, pensaba que esos hombres no tenían ningún objeto noble en la existencia, que se pasaban la vida escudri-ñando con goces malvados la intimidad de sus vecinos, tan canallas como ellos, regocijándo-se con palabras de falsa compasión de las desgracias que les ocurrían a éstos, chismorreando a diestra y siniestra de aburridos que estaban, y esto le produjo súbitamente tanto encono que de pronto aceptó que lo mejor que podría hacer era irse, pues si no tendría un incidente con esos brutos, bajo cuyas cataduras enfáticas veía alzarse el alma de la ciudad, encanallada, implacable y feroz como ellos. 

Y esa cúpula terrible y alta adentrada en todos los pechos multiplicaba el langor de la guitarra y del bandoneón, divinizando el sufrimiento de la puta y el horrible aburrimiento de la cárcel que pincha el corazón cuando se piensa en los amigos que están afuera «escorzándose» hasta la vida.

Allí iba yo. En busca de más angustia, de la afirmación de saberme perdido y a pensar en mi esposa que sola en mi casa sufriría de haberse casado con un inútil como yo.

Hay días que sufro de un modo insoportable. Parece que todos los hombres se hubieran vuelto bestias. Dan ganas de salir a la calle y predicar al exterminio o poner una ametralladora en cada bocacalle. ¿Te das cuenta? Vienen tiempos terribles.

Claro que la quiero. A momentos me parece que ha bajado de la luna por una escalera. Donde está ella todos se sentirán felices.

Tenía ahora la sensación de que su alma se había apartado para siempre de todo afecto terrestre.

Vea... si usted me pidiera ahora que me matara, yo lo hacía. Tan contento estoy.

Sí, es muy triste ver felices a los otros y ver que los otros no comprenden que una será desdichada para toda la vida. Me acuerdo que a la hora de la siesta entraba a mi piecita y en vez de zurcir mi ropa, pensaba: ¿yo seré sirvienta toda la vida? Yya no me cansaba el trabajo, sino mis pensamientos. ¿Usted no se ha fijado qué obstinados son los pensamientos tristes?

¿Usted ha observado que hay días en que ciertas palabras suenan en los oídos como bombos... como si una hubiera estado siempre sorda y por primera vez oyera hablar a las personas?

Le soy sincero... yo no sé qué va a ser de mi vida... pero, créame, no estuvo en mis manos el ser un hombre bueno. Otras fuerzas oscuras me torcieron... me tiraron abajo.

Así era. A los hombres sólo los movía el hambre, la lujuria y el dinero. Así era.

Así como era imposible transmutar el plomo en oro, asiera imposible transformar el alma del hombre.

Me alejaré de Dios para siempre. Estaré solo sobre la tierra. Mi alma y yo, los dos solos. El infinito por delante. Siempre solos. Y noche y día... y siempre un sol amarillo.

— ¿Y usted sería capaz de matarse?
— No... Usted comprende que yo estoy destinado para un fin más alto.

Lo que llamamos locura es la descostumbre del pensamiento de los otros. 


Hay algunos vídeos que les pueden interesar si desean conocer más sobre Roberto Arlt. En estos enlaces pueden encontrar una especie de biografía de Arlt y ciertos datos para entender su obra. Además, la serie y la película basadas en Los Siete Locos y Los Lanzallamas están disponibles en plataformas como YouTube y Vimeo. En este enlace pueden descargar el PDF del libro. ¡Felices lecturas!

Pasaba una etapa complicada, me estaba divorciando, hacía terapia leyendo y mirando películas. Un día salgo a caminar, lo veo en una librería y lo compre. En la madrugada estaba llorando (todo lo que no había podido llorar) sufriendo por Erdosain cuando se despedía de su esposa que lo abandonaba. Ese pasaje en especial, me pareció de una belleza y un dolor que no puedo expresar en palabras. 
→ Karina (una amiga muy querida que compartió su experiencia con Los siete locos)