viernes, 27 de julio de 2018

Frases de "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry (II Parte)

Una salvadoreña es protagonista de una de las obras literarias más notables de todos los tiempos. Y no solo es protagonista del libro, sino que fue protagonista en la vida del autor. En esta segunda parte sobre El Principito, haré una pequeña reseña de lo que significó Consuelo Suncín para El Principito y para Antoine. Además, compartiré las frases que he guardado por años de todas las lecturas que he hecho de este maravilloso libro.

Consuelo Suncín, la Rosa Salvadoreña




La relación entre el francés y la salvadoreña fue complicada por muchas razones. Primero, las diferencias sociales entre ellos. Antoine pertenecía a la nobleza de Francia, mientras que Suncín, aparte de ser divorciada y viuda (de Ricardo Cárdenas y Enrique Gómez Carrillo, respectivamente), provenía de una de las regiones menos notables del continente “descubierto” y, por supuesto, no poseía grado noble alguno. Consuelo, plebeya y proveniente del fuego volcánico centroamericano, solo tiene su inteligencia, lo expresa Manlio Argueta en un artículo publicado en el Diario Digital ContraPunto.



La viuda de Saint-Exupéry es la mujer en la que, según aseguran muchos comentaristas y estudiosos del autor francés, se inspiró para escribir El Principito, específicamente, el personaje de la Rosa. Como lo expresa Marie-Helene Carbonel en su libro Consuelo de Saint-Exupéry, une mariée vêtue de noir (Consuelo de Saint-Exupéry, una novia vestida de negro), Consuelo era una seductora. No sólo era una mujer bonita y menuda que encantaba a los hombres; también podía hablar con ellos. Antoine, por su parte, escribió, sobre esa rosa salvadoreña …la flor no acababa de preparar su belleza al abrigo de su envoltura verde. Elegía con cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor!


Según Carbonel, y nuevamente sin ánimos de hacer spoiler, las otras cinco mil rosas pueden ser las otras mujeres de Saint-Exupéry, pero para El Principito esas rosas no valen nada, la única que vale es su rosa, y es que Antoine siempre fue un hombre de muchas mujeres, y Consuelo debió soportar esta condición durante los trece años de matrimonio que sostuvieron, además de sobrellevar los desprecios de la familia del francés y la sociedad aristocrática francesa.


Existen muchos otros elementos que llevan a asegurar que Consuelo era esa Rosa única entre cien mil rosas que describe El Principito. Por ejemplo, el asma del que ella sufría, la geografía de su lugar de nacimiento, entre otras. Pero eso no corresponde ser revelado aquí, se dejará para el descubrimiento y goce de los nuevos lectores y lectoras del libro.

Frases


Ahora sí, acá les dejo las frases de El Principito que más me han gustado.

Las personas mayores son incapaces de comprender algo por sí solas y es muy fastidioso para los niños darles explicaciones una y otra vez.


Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado mi opinión sobre ellas.


Poniéndome a su altura, les hablaba de su mundo: del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor quedaba contentísima de conocer a un hombre tan razonable.


Y él repitió suave y lentamente, como algo muy importante:
—¡Por favor… píntame un cordero!


Cuando el misterio es tan impresionante, uno no se atreve a contravenir. Por absurdo que aquello pareciera, a mil millas de distancia de algún lugar habitado y en peligro de muerte, saqué del bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente.


Y agregó, quizá con un poco de melancolía:
—A donde vaya no puede ser muy lejos.


Nadie le creyó por su extraña manera de vestir ¡Las personas mayores son así!


¡Ni modo!, hay que entender que son así. Los niños deben ser muy condescendientes con las personas mayores.


No me gustaría que mi libro fuese tomado a la ligera. Siento tristeza al acordarme de mi amigo.


Tener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que sólo se interesan por las cifras y los números.


Quizá me creía semejante a él y yo, desgraciadamente, no sé ver un cordero a través de una caja. Debo haber envejecido.


¡Ah, mi pequeño amigo, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica!


Me gustan mucho las puestas de sol. ¡Vamos a ver una!


¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!


Yo ya no sabía qué decirle, cómo consolarle y qué hacer para recuperar su confianza; me sentía muy torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!


¡Son tan contradictorias las flores! Y… yo era demasiado joven para saber amarla.
¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras.


Será necesario soportar la molestia de dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas.


No sabía que para los reyes todos los hombres son súbditos.


La etiqueta no permite bostezar en mi presencia —dijo el rey— te lo prohíbo.

Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros. Si eres capaz de juzgarte rectamente eres un verdadero sabio.


Para los vanidosos todos los otros hombres son admiradores.


—¿Qué haces ahí?
—¡Bebo!
—¿Por qué bebes?
—Para olvidar.
—¿Para olvidar qué?
—Para olvidar que siento vergüenza.
—¿Vergüenza de qué?
—¡Vergüenza de beber!


—¿Abejitas?
—No. Unas cositas doradas que hacen soñar y desvariar a los holgazanes. ¡Yo soy un hombre serio y no tengo tiempo de soñar!


—Tengo también una flor.
—De las flores no tomamos nota.
—¿Por qué? ¡Si son tan lindas!
—Porque las flores son efímeras.


—¿Se está así de solo en el desierto? ¿Dónde están los hombres?
—Entre los hombres también se está solo —afirmó la serpiente.

Me pregunto si las estrellas están encendidas para que cada quien pueda reconocer la suya.


Los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que uno dice...


Si tú me domesticas, mi vida se llenará de sol y conoceré el rumor de unos pasos diferentes a los de otros hombres.


Y como en las tiendas no se venden amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres tener un amigo, entonces debes domesticarme!


Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, yo desde las tres comenzaría a ser dichoso.


Pero si tú vienes a cualquier hora, yo nunca sabré cuándo preparar mi corazón...

Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.


Eres responsable, por siempre, de lo que hayas domesticado ¡Eres responsable de tu rosa!...


Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro. 
Lo que realmente embellece al desierto —dijo el Principito— es el pozo que se oculta en algún sitio...


Y cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido.

Nuevamente me quedé helado por la misma sensación de algo irreparable y comprendí lo difícil que sería no volver a oír aquella risa que era como una fuente en el desierto para mí. 


Luego, suave y silenciosamente cayó en la arena, como cuando cae un árbol.


Jamás he contado esta historia y los compañeros que me vuelven a ver se alegran de encontrarme vivo aunque me notan triste. "Es el cansancio", les digo.


Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...


¡Sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente que ha regresado.

Sé que El Principito es uno de los libros más fáciles de encontrar en PDF, pero por si aún no lo tienen, acá les dejo este link para que lo puedan descargar y leer. Espero que les haya gustado estas dos publicaciones sobre El Principito y que los haya dejado con el ánimo de leerlo por primera vez o volverlo a leer. ¡Felices lecturas!