viernes, 27 de octubre de 2017

Frases de "La Casa de Bernarda Alba" de Federico García Lorca




Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca fue un escritor español, conocido como Federico García Lorca, que destacó por sus trabajos en poesía y teatro. La vida de Lorca se vio truncada a sus treinta y ocho años al ser fusilado tras el golpe de Estado que originó la Guerra Civil Española. A pesar de que nunca se afilió a ninguna fracción política, su posición de funcionario como secretario del ministro de Instrucción Pública, Fernando de Ríos, lo comprometió como afín a la República y lo llevó a la persecución y posterior fusilamiento. Lorca fue acusado de "socialista y masón"; y además le atribuyeron "prácticas de homosexualismo y aberración"(1). Según algunos comentaristas, Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rafael Rodríguez Rapún y Eduardo Rodríguez Valdivieso habrían sido, en algún momento, los hombres de su vida y de sus obras (2). 




Hablando de la obra, La Casa de Bernarda Alba tuvo que esperar nueve años después del asesinato de Lorca para poder ser publicada y representada en las tablas. La novela narra la historia de Bernarda, madre de cinco hijas, quien ha enviudado por segunda vez. Bernarda decide guardar luto de una manera extrema, obligando a sus hijas —todas "en edad de merecer" como lo expresa La Poncia, una de las criadas de Bernarda— a guardar también luto. Las hijas, Adela, de veinte; Martirio, de veinticuatro; Amelia, de veintisiete, Magdalena, de treinta; y Angustias, de treinta y nueve; deberán vivir aisladas del mundo, sin derecho a divertirse, ni a socializar y, lo peor para ellas, sin la posibilidad de conocer a un futuro esposo.




Lorca captura el rol de la mujer —si es que lo tenía— en la España del siglo XX. El destino de la mujer era el de ser esposa, ama de casa y madre. Eso era lo anhelado por las hijas de Bernarda, pero para lograr todo eso, debían empezar por algo: conseguir a un hombre que les diera esa categoría de "mujer completa". Bernarda niega esa oportunidad a sus hijas, a excepción de Angustias; quien es la mayor de todas, y fruto del primer matrimonio de Bernarda, y que ha heredado una fortuna. Esta herencia es vista con ambición por Pepe Romano, el pretendiente que intentará casarse con Angustias. El futuro de Pepe y Angustias se ve afectado por la envidia de las otras hijas de Bernarda, quienes también quieren tener un marido propio, y si es posible, arrebatar a Pepe de las manos de la mayor.




La Casa de Bernarda Alba nos habla del deseo de la mujer del siglo pasado de superarse por medio del matrimonio con un hombre que le pueda brindar la aceptación de la sociedad, el poder que ejercían los padres y madres—en este caso específico el de la madre, Bernarda— en el destino amoroso de sus hijas, la aspiración de guardar las apariencias para tener buena reputación a costa de la infelicidad propia y la de la familia. También habla de los mitos que existían, y que aún persisten en la sociedad, sobre el papel de la mujer en la intimidad, sobre su derecho a decidir sobre su placer y sus limitantes en materia de libertad sexual frente a los privilegios de los hombres. Al final, se puede ver que todos esos estereotipos culturales solo provocaron que la vida de toda la familia fuese más insoportable e infeliz, aunque Bernarda jamás llega a comprender —o quizás a aceptar— esa verdad. Tal vez no a todos les gusta leer teatro, pero si nunca han leído teatro, La Casa de Bernarda Alba es un excelente comienzo.




Este libro lo leí hace aproximadamente dos años, es un libro que se lee rápido y se disfruta mucho. Lo conseguí en una de mis visitas a una venta de libros usados a la que acudo regularmente —se pueden encontrar buenas ediciones, en muy buen estado y a excelentes precios—. Les dejo las frases que más me gustaron:

Pero yo soy buena perra; ladro cuando me lo dice y muerdo los talones de los que piden limosna cuando ella me azuza


Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias.


—Los pobres sienten también sus penas.
—Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos.


Las mujeres en la iglesia no deben mirar más hombre que al oficiante, y a ése porque tiene faldas. Volver la cabeza es buscar el calor de la pana.


—No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo.
—Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.


Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. Los veía en el corral uncir los bueyes y levantar los costales de trigo entre voces y zapatazos, y siempre tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí.


¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer.


Aunque Angustias es nuestra hermana aquí estamos en familia y reconocemos que está vieja, enfermiza, y que siempre ha sido la que ha tenido menos méritos de todas nosotras, porque si con veinte años parecía un palo vestido, ¡qué será ahora que tiene cuarenta!


¿Pero has tenido valor de echarte polvos en la cara? ¿Has tenido valor de lavarte la cara el día de la misa de tu padre?


A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre a los quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón.


—¡Tanto te gusta ese hombre!
—¡Tanto! Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente.


—Nacer mujer es el mayor castigo.
—Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.


Una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse en una enemiga.


Yo lo encuentro distraído. Me habla siempre como pensando en otra cosa. Si le pregunto qué le pasa, me contesta: «Los hombres tenemos nuestras preocupaciones.»


No le debes preguntar. Y cuando te cases, menos. Habla si él habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás disgustos.


Bernarda cree que nadie puede con ella y no sabe la fuerza que tiene un hombre entre mujeres solas.


—¡Es que son malas
—Son mujeres sin hombre, nada más. En estas cuestiones se olvida hasta la sangre.


No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan mala, que sin quererlo yo, a mí misma me ahoga.


¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas. 

Con la última frase sé que doy un gran spoiler, pero sin duda es una de las frases que más me marcó. En ella se explica muy bien el valor que se le daba a la mujer por su virginidad —y la deshonra que significaba para aquellas que ya no tenían esa "virtud"—. Si quieren leer la obra o descargar su PDF, lo pueden hacer aquí. Ahora les comparto unos comentarios sobre el libro de personas que me dieron su opinión en facebook. ¡Felices lecturas!

Silvia Lodeiro
Es una obra de teatro, por lo cual no es lo mismo leerlo que verlo actuado. Es muy bueno, muestra la realidad de la sociedad española de cierta época. García Lorca es un excelente escritor, así que la obra es muy buena.


Jose Miguel González
He visto solo la adaptación en teatro y es muy buena.


Jonatan Villagra
Es una obra de teatro que cuenta la vida de varias mujeres, como la madre de varias hijas, con unas reglas por de más desaforadas y un final directo. Habla de las apariencias, la soledad de una mujer, edad, lo prohibido y mucho más. El final me resultó cómico, lo súper recomiendo.