Máximo Gorki, seudónimo de Alekséi Maksímovich Peshkov, fue un escritor ruso que tuvo mucha influencia en la literatura, política y cultura de su tiempo. Identificado con el movimiento soviético contra el régimen zarista, utilizó sus obras literarias para expresar sus posiciones políticas. Las obras de Gorki (teatro, novelas, ensayos), fueron alimentadas por el día a día de la clase trabajadora rusa, matizadas por sus experiencias personales (como todo escritor) e influenciadas, seguramente, por sus relaciones con Vladímir Lenin, León Tolstói y Antón Chéjov.
La Madre es una de las obras más representativas de Gorki. La historia se desarrolla en el contexto previo al intento de revolución que se dio en 1905 contra el régimen zarista, mismo que sería precursor de la Revolución Bolchevique de 1917. La Madre cuenta la historia de Pelagia, una mujer rusa que se ve violentada por su esposo durante todo su matrimonio. Cuando él muere, Pelagia se queda acompañada de su hijo Pável —Paul, en otras versiones—, quien también había sido víctima de la patanería y agresividad del padre. Durante algún tiempo, Pelagia parece resignarse con la idea de que su hijo seguirá el camino del padre, emborrachándose y comportándose de manera agresiva con ella. De un momento a otro, Pável deja de ser agresivo, pero se vuelve cada vez más distante. Pável se ha unido a un grupo de socialistas en la fábrica donde trabaja, y se ha convertido en uno de sus líderes principales.
Pável empieza a reunirse en la casa con sus compañeros. Con cada reunión, Pelagia se va enterando de lo que su hijo predica, mostrando un total rechazo hacia sus ideas políticas. Esta actitud, más que rechazo, es un miedo que nace de Pelagia producto de lo que vivió con su esposo. Cualquier acción que confronte lo que ella conoce y cree que es normal —por el simple hecho de que siempre ha sido así—, la llevará a mostrar temor. Haciendo un paréntesis de la trama de la novela, la reacción de Pelagia comprueba el gran daño que una persona violentada recibe en su autoestima y en su deseo de cambiar su realidad. Sin embargo, la constancia de las reuniones atacan las bases de sus temores y, poco a poco, Pelagia va adoptando como propias las ideas de su hijo. Pelagia comparaba el socialismo con la religión, ella consideraba que ambos buscaban el bien para todos los hombres y mujeres. Respecto a esto, en un pasaje de la novela, Gorki dice sobre Pelagia:
Sin darse cuenta, rezaba menos, pero pensaba más en Cristo y en los que, sin nombrarlo, hasta fingiendo ignorarlo, vivían (así le parecía a ella) según sus preceptos y semejantes a El; pensaba que la tierra era el reino de los pobres y quería distribuir por igual entre los hombres todas las riquezas de este mundo (...) Parecía a la madre que el propio Cristo, a quien siempre había amado con un amor confuso, con un complejo sentimiento en que el miedo se mezclaba inexplicablemente a la esperanza, este Cristo le era ahora más próximo, que era ya diferente, más alto y más visible para ella, con una faz más alegre y más clara. Se diría que verdaderamente había resucitado, lavado y vivificado por la sangre ardiente que generosamente vierten por el amor del amigo de la humanidad, aquéllos que tienen el pudor de no nombrarlo.
En el año 1926, La Madre fue llevada al cine por el soviético Vsévolod Pudovkin. La película tuvo una duración de una hora y seis minutos y fue grabada en formato de película muda. |
A lo largo de toda la novela, Gorki narra las aventuras que Pelagia vive en su camino por conocer, adoptar, defender y difundir el socialismo. En su travesía, conoce a muchos amigos y compañeros de Pável que ella acoge como su misma familia. Celebra sus victorias y sufre sus persecuciones y necesidades. Todo eso la llena de dicha y valor; y conoce, por fin, qué es vivir con un propósito. Llega a entender que ella es importante, no solo para su hijo, sino también para las personas con las que colabora y para aquellas que, sin conocerla, reciben algo de ella por medio de los materiales que distribuye, ya que Pelagia se encarga de repartir los pasquines, escritos con mensajes para los obreros, en las fábricas y zonas alejadas de la ciudad. Al final de la novela, Pável y sus compañeros son arrestados y exiliados a Siberia, y Pelagia es descubierta por un espía cuando se dirige a repartir pasquines. Ahí es confrontada y golpeada por el espía, Gorki no aclara si Pelagia muere o no, pero la escena indicaría que ella muere.
Como comentario personal, a muchas personas no les gusta que los personajes mueran, sin embargo, yo considero que el escritor debe hacer lo que sea con los personajes para que la historia funcione. No se trata de contar historias felices —aunque de eso hay muchos libros, lo sé—, se trata de narrar, y narrar es plasmar vidas. Nuestras vidas no son precisamente perfectas, tienen decesos, sorpresas, injusticias, luchas; y sí, también alegrías, pero no son permanentes. Tampoco se trata de que yo espere finales trágicos siempre; pero, por ejemplo, a mí me encantó que María —de la novela del mismo nombre— y Emma Bovary murieran, eso le dio algo a esos libros que me llenaron más. Y sin embargo, deseé finales diferentes para "los villanos" de otras novelas —quería una pareja para el monstruo de Frankenstein y que Drácula no muriera—. En el caso de La Madre, aunque Gorki no diga "Pelagia murió por la golpiza del espía", me gusta pensar que así sucedió. Ahora les dejo las frases que más me gustaron de esta novela:
Por todas partes la vida del trabajador es la misma y, puesto que es así, ¿para qué hablar de ella?
Sabía que a los hombres no les queda más que la taberna para estar a su gusto, ni tienen otro goce que el alcohol.
—¡No llores!— dijo Pável, con voz acariciadora, que a la madre le pareció una despedida.
Las fábricas se desarrollan y la gente se muere trabajando para ellas.
Hay que desconfiar de la gente; todos se odian. Viven para la codicia. Todos se sienten dichosos haciendo el mal.
La gente es mala, sí... Pero cuando supe que había una verdad en la tierra, todos me parecieron mejores.
El corazón se me puso más tierno al saber que había una verdad, no todos tienen culpa de lo ignominioso de su vida.
Con tales recuerdos, el corazón humillado se le apretaba de lástima por ella misma.
Los que dicen que debemos saberlo todo, están en lo cierto (...) Hay que conocer toda la verdad, toda la mentira.
No hacemos ni haremos nada malo. Mas, con todo, la cárcel nos aguarda, entérate.
¡El mundo es de los obreros! Para nosotros no hay naciones ni razas: solo hay camaradas... y enemigos.
Todos los obreros son nuestros amigos; los ricos, todos los que detentan autoridad, nuestros enemigos.
Cuando la llamaba 'madrecita', era como si le acariciara las mejillas la mano suave de un niño.
Me he pasado la vida atormentándome sin saber por qué; bien puedo hacer algo por un buen hombre.
Mejor explícales a esas tontuelas lo que es el matrimonio y no se apremiarían tanto a dejarse romper las costillas.
Cuando se aspira a lo porvenir, hay que renunciar a todo lo presente... ¡a todo, hermano!
Hubiera querido decirle palabras cariñosas, pero se le apretaba el corazón de lástima y la lengua no le obedecía.
Cada cual teme el golpe del vecino y trata de golpearle primero. ¡La vida es así, madrecita!
Las madres tienen lágrimas bastantes para todo... para todo! ¡Si tiene usted madre, de seguro lo sabrá!
Duele más que el tormento aún, cuando tocan el alma con manos sucias.
¡Perdona, madre! ¡Olvidé que eres demasiado vieja para que te corten las verrugas!
¡Hay que transformar a Dios, madre, hay que purificarlo! Le han revestido de mentira y calumnia...
¡Hay que transformar a Dios, madre, hay que purificarlo! Le han mutilado el rostro para matarnos el alma...
Hay que crear un Dios justo para todos, un Dios que no sea juez, ni guerrero, sino amigo de los hombres.
Los hombres no confían en las palabras secas... Hay que mojarlas en sangre...
Antes, metían a la gente en la cárcel cuando robaba; ahora, la encierran por decir la verdad.
¡Mal negocio haber nacido mujer! ¡Qué asco de vida! Vivir sola es difícil, pero con otro, más difícil aún.
¡Hay que tener precauciones cuando se quiere tocar al pueblo, que soporta mucho, y un día, de repente, estalla!
El muchacho es bueno, le gustan los perros, los ratones y todas las criaturas, pero la gente no.
No es cosa de personas, sino de ideas... y a las ideas no se les puede coger como a las pulgas...
¡Estoy aprendiendo a leer! —exclamó sollozando—. Llega el momento de morir, y yo me pongo a aprender.
Mira, primero hay que armar la cabeza y solo después las manos; es mi opinión.
¡Señor! Cuánta gente hay en el mundo... y cada cual se queja a su modo... ¿En dónde estarán los felices?
¡Han transformado a los hombres en carabinas, en garrotes, en guijarros, y a eso le llaman civilización!
Al hombre del campo no le entra curiosidad de saber de dónde vino la tierra, sino cómo se distribuyó y cómo los propietarios consiguieron arrancarla de debajo de los pies del pueblo.
¡Nuestro Señor Jesucristo no hubiera venido al mundo si los hombres no perecieran por su gloria!
El dinero —continuó Ivánovich, riéndose— es cosa muy desagradable e incómoda. Tan molesto de recibir como de dar.
Toda la vida tuve miedo... y ahora que hay razones para temer, casi no lo tengo ya... ¿Por qué me pasa esto? No sé.
El pueblo reza mucho, pero a Dios, probablemente, no le queda tiempo para escucharle. ¡No le oye!
Yo no soy una señorona, sino un ser que piensa, padece y gime —replicó Sofía.
—¡Deberías echarte algo encima; hace frío!
—¡Yo, el calor lo tengo por dentro! —replicó .
Corre la gente sin saber nada, sin admirar nada, porque ni tiempo ni gana le queda.
Se vive cuando se espera algo bueno; pero ella nada tenía que esperar, a no ser ultrajes.
Llamaba irresistiblemente la atención con su hablar simpático y su seguridad de mujer que vio y retuvo muchas cosas.
No tuvo fuerza para contestarle con palabras, y se hubo de contentar con estrecharle la mano, sin hablar.
Hasta en el cielo encuentra estrechez el rico... Siempre ocurre así.
—¿Casado?
—¡Viudo!
—¡Por eso tiene tanto valor! Un hombre casado no se portaría así... tendría miedo.
En medio están los que lamen las manos de la gente que golpea y chupa la sangre de los golpeados.
¡El corazón de los jóvenes está siempre más cerca de la verdad que el de los viejos!
Somos revolucionarios y lo seremos en tanto que los unos no hagan más que oprimir a los otros.
Dile que oí su discurso, que no le entendí todo... y hasta me dio miedo en ocasiones, pero que es verdad lo que dice.
¿Sabe que da gusto estar con usted? ¡Sí! Es como estar sobre una montaña muy alta al amanecer.
La novela es un poco extensa, pero vale la pena leerla, se disfruta cada página. Si quieren la novela, acá la pueden leer y descargar en PDF. Aclaro que esta es una versión diferente a la que yo leí, por eso a Pável le llaman Paul y las frases pueden variar —sí, así como las letras pequeñas de los contratos ja, ja—, pero la esencia es la misma. Espero que la disfruten. ¡Felices lecturas!